El cáncer de esófago es el 8º tumor en frecuencia y el 6º en
mortalidad. Se trata de un problema sanitario de primera índole, ya que a pesar
de su baja incidencia tiene una gran mortalidad (cercana al 90% de todos los
pacientes). Esto se debe a que más de la mitad de los pacientes se diagnostican
en fases localmente avanzadas o metastásicas (es decir, irresecables). El 90%
de los cáncer de esófago son de histología escamosa (normalmente
localizados en el tercio superior y medio) o adenocarcinomas (en el
tercio inferior), el 10% restante son de otros tipos como mixtos
(adenoescamosos), sarcomas, microcíticos, etcétera.
Los síntomas tempranos del cáncer de esófago son sutiles y
poco específicos; y son muy similares tanto en el de tipo escamoso como en el
adenocarcinoma. La disfagia (dificultad al tragar alimentos sólidos)
suele ser el síntoma inicial y es el más frecuente. Se suele acompañar, además,
de pérdida de peso. Esto suele ocurrir cuando la estenosis (estrechamiento) de
la luz del esófago es importante (a partir de 13 mm), y eso suele corresponder
ya a un estadio locamente avanzado. La pérdida de peso está relacionada con la
reducción en la ingesta, los cambios en los hábitos dietéticos y la anorexia
relacionada con el tumor.
Más del 80% de los pacientes con cáncer de esófago se
diagnostican en fases avanzadas de la enfermedad, por lo que ya sabemos que
tendrán una supervivencia muy baja (inferior al 10% a los 5 años). Las armas
terapéuticas existentes para el tratamiento del cáncer de esófago son:
- Cirugía
- Quimioterapia preoperatoria
- Quimioterapia y radioterapia preoperatoria.
- Quimioterapia + radioterapia radical.
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